¿Investigación-acción participativa y música antigua? Nuevos horizontes
- Altea Guevara Alonso

- Nov 3
- 3 min de lectura
Durante décadas, la investigación-acción participativa (IAP) fue patrimonio de los estudios sociales y educativos, especialmente en contextos populares o comunitarios. Hoy, sin embargo, empieza a asomar con fuerza en territorios donde antes apenas se insinuaba: la gestión cultural, la etnomusicología, incluso ciertos espacios artísticos que hasta hace poco se consideraban impermeables a lo participativo. Esta apertura no solo amplía los métodos de investigación, sino que replantea la propia relación entre conocimiento, práctica y comunidad.
En etnomusicología, la figura del investigador como observador externo se ha ido erosionando con el tiempo. Ya no basta con mirar desde fuera ni con describir la musicalidad de “los otros”: se trata de construir conocimiento con ellos, compartiendo decisiones, saberes y modos de hacer. La IAP ofrece un marco fértil para este desplazamiento: convierte la investigación en un espacio común, donde lo musical no solo se analiza, sino que se vive como práctica compartida y cuestionada incluso por los propios sujetos que la generan. Desde ahí, se transforman también las formas de documentar, interpretar y difundir las expresiones musicales.
La gestión cultural, por su parte, ha comenzado a recoger ese impulso. Frente a modelos jerárquicos o verticales, surgen proyectos concebidos junto con las propias comunidades culturales, que se reconocen como coautoras de sus procesos. En ese contexto, la IAP no se limita a aportar una técnica, sino que encarna una ética de trabajo. La figura del gestor deja de ser la del planificador que ejecuta desde arriba para pasar a ser la de un mediador que facilita la acción colectiva, asumiendo que los resultados emergen del diálogo más que del diseño, y facilitando el diálogo entre academia y sociedad.
Aun así, las convergencias entre gestión cultural y etnomusicología siguen siendo muy escasas, especialmente cuando se trata de repertorios de música erudita o antigua. Este campo, históricamente anclado en instituciones académicas y en la recuperación patrimonial, ha sido más terreno casi exclusivamente de la musicología histórica. Paradójicamente, justo ahí, al excluirse el hecho de que en ese territorio las prácticas de reactivación patrimonial realmente tienen lugar, podría encontrarse un espacio de enorme potencial para desarrollar nuevas metodologías y líneas de investigación participativas centradas en la actividad, superando su cualidad de artística.
Imaginemos una investigación sobre música antigua que no se limite a reconstruir obras, sino que articule, desde una posición más esencial y material, los procesos colaborativos entre todos los actores que intervienen. Una investigación que piense la interpretación como forma de mediación cultural y creación artística, limitada y sostenida por fenómenos y factores intersectoriales que se expliquen a través de la humanización de los propios sujetos creadores, de la valorización de sus contextos, vivencias e idiosincrasias. La música antigua dejaría de ser un objeto que se reconstruye, ejecuta, contempla e incluso evalúa para convertirse en un lugar de encuentro entre multitud de sensibilidades, memorias, prácticas y saberes, todos ellos atravesados por la contemporaneidad.
Todavía no existen líneas consolidadas que trabajen en esta dirección, y precisamente ahí reside el interés de arrancar con libertad algo nuevo, algo bonito. En mi línea de trabajo busco identificar los vínculos y metas que comparten los individuos y proyectos que coexisten en la Península Ibérica alrededor de estos procesos de creación musical y recuperación patrimonial. Sus realidades y vivencias explican sus acciones y tendencias, y la capacidad de agencia para concebir y ejecutar dichas acciones viene influenciada por contextos complejos y cambiantes, aunque observables y sistémicos.
Tal vez ese algo bonito sea el proceso de diseñar un modo de ver y actuar específico para esta realidad, para esta actividad, para estas personas. Si la investigación-acción participativa ha demostrado su capacidad de transformar realidades en comunidades rurales, educativas o populares, ¿por qué no imaginar su alcance también en los espacios llamados “eruditos”? Puede que las manifestaciones culturales no populares hayan sido históricamente deshumanizadas hasta cierto punto, analizadas desde la figura del artista y el concepto del arte menos mundano posibles, lo cual ha dificultado sistemáticamente un acercamiento más terrenal y personal con estas comunidades y su actividad.
Quizá el movimiento de la música antigua, con sus delicados equilibrios propios y su diversidad de realidades y sensibilidades, sea un terreno único para ensayar nuevas formas de investigación y de gestión participativas, donde se escuchen las necesidades de la propia comunidad involucrada, se atienda a sus demandas y se les haga partícipes del proceso. Rozar la autoetnografía, sin abrazarla, pero tratando de difuminar las barreras que impone trabajar desde “la otredad”, es un reto, pero un reto bello, y es el que se me ha antojado a mí.
Gracias por tu lectura <3
Si quieres saber más sobre mi trabajo, te invito a revisar mi dossier de proyecto de investigación y mis recursos generados.
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Fotografía de portada de las Jornadas de Música Antiga Francisco Rosado de Loulé


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